jueves, 11 de diciembre de 2014

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Hna. Shirley Barillas - Venezuela
Si me pidieran hacer una síntesis de mi llamada vocacional y de mi respuesta en base a un texto Bíblico, lo haría con el pasaje del Profeta Oseas en su Cap. 2 , justo en aquella parte "por eso voy a seducirla, voy a llevarla al desierto y le hablaré al corazón" (Os 2,16).

Desde muy pequeña, aproximadamente desde los 12 años, sentía una atracción inexplicable por la Vida Religiosa , era algo así como la certeza de que cuando creciera o fuese el momento iba yo a estar como una de ellas, vestida así y con "ALGO" que era lo que las movilizaba a todo y las hacia estar plenas.

 Crecí con la formación de unas hermanas pertenecientes a la Congregación Hermanitas de los Pobres de Maiquetia, cuya fundación es Venezolana, y tienen en mi ciudad, San Cristóbal, un Colegio (Ntra. Sra. del Carmen), en el cual transcurrieron 8 años de mi vida, en los que gastaba y estrenaba mis primeras ganas y fuerzas de vivir de niña y adolescente en las obras apostólicas concretas de esa Congregación. Al paso de 3 años  vino sobe mí una "Revolución" total, un cambio de vida grande, algo que ahora me detengo y lo veo con los ojos del Señor (ojos de Misericordia), porque gracias a esa "Revolución"  pude caer realmente en cuenta que sí tenia Vocación, que esto no  me lo había inventado yo. Pero fue "Revolución" de casi 3 años, fue una "guerra" conmigo misma y con lo que me rodeaba . El hecho de un despertar de 15 a 17 años es tremendo: las amistades , el colegio, las salidas, el ir a bailar (¡me fascinaba!), pero en el fondo un sin sabor tremendo. Sin embargo cuando salía o en  cualquier sitio que veía a una Monja se me iban los ojos y quedaba embelesada , algo sentía por dentro, un no sé qué como diciéndome: "luego tú serás así".

Ya en mi último año de colegio, una tarde fue una religiosa para invitarnos a realizar unos retiros espirituales, esta hermana es E.C.R. se llama Exida Arteaga, y muy entusiasta ella nos preguntaba si sabíamos que eran retiros o ejercicios espirituales (recuerdo que me vibraba todo por dentro) y respondí que era estar de cara a Dios con nuestra vida en las manos. Pasó de tal manera que al siguiente fin de semana estaba con mi grupo de quinto año en una casa de ejercicios espirituales llamada Cristo, Rey rodeados de un grupo no muy numeroso de hermanas que no paraban de atendernos con tanta alegría que eso desde el primer momento me llamó la atención. Los retiros estuvieron bien, pero yo sentía algo más, de nuevo surgían mis "deseos". A los seis meses me llaman las hermanas para invitarme a un retiro de fin de semana, asistí y regresé a casa con los mismos "deseos" pero, esta vez negándomelos sin escudriñar en ellos. Finalmente (¡quien lo iba a decir!), seis meses más tarde, me llaman de nuevo y me invitan a un campamento vocacional que suelen hacer las E.C.R. en Barquisimeto (Venezuela) por la temporada de Semana Santa, sin pensarlo dos veces y con permiso de mis padres viajé allí, en ese momento no pude negarme a mis "deseos", fue como suelo decir: "la estocada final"; allí se me paró la vida y tuve que decidir que hacía con ella, porque sentía que era ahora o nunca. Fue la experiencia del profeta Oseas de ir al desierto, lugar de prueba y de enamoramiento.

Al regresar a casa quería gritar por todas partes que SÍ tenía vocación a la vida religiosa, y lo más tremendo: que si Dios mismo lo permitía, contando con su ayuda, ingresaría el próximo año a una congregación y no ya a las hermanitas de los pobres de Maiquetía, sino que Él mismo me quería E.C.R.

A los días de haber regresado del campamento me encontraba en la casa de ejercicios de Cristo rey hablando con la misma hermana que nos había invitado, manifestándole mis "deseos", preocupaciones y dificultades, pidiéndole que me aceptara para realizar el seguimiento vocacional. Este duró aproximadamente un año, de alegrías y sinsabores, pero vistos y vividos por mi parte de otra forma y acompañada de la mano de Dios y de las hermanas que fueron y siguen siendo en estos momentos testimonio de vida y luz en mi caminar hacia Él.

En mi familia se lo esperaban porque desde siempre les había manifestado mis "deseos", pero no creían que al estar tan bien en todos los sentidos lo dejara todo a los 18 años (hoy 19) por irme de "monja". Fue un golpe bastante fuerte, pero hoy Dios les ha dado la Gracia de asumirlo con mucha paz y fe. Mi padre dice: "nunca te he oído hablarme ni escribirme tan segura de lo que estas haciendo como ahora", y lo mismo piensan mis amigos con los cuales conviví y trabajé.

Haciendo de nuevo un pare en mi historia y al haber dado un nuevo paso: mi toma de hábito, me siento objeto de la Misericordia Divina en todo su sentido, que por su gracia soy lo que soy y que todo es Don, Don y Gracia.

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